No fue hasta la década de 1940 que los baños portátiles comenzaron a parecerse a los cubículos cerrados que conocemos hoy como baños portátiles. Lo creas o no, sus inicios están estrechamente relacionados con la industria de la construcción naval, ya que la leyenda dice que un supervisor de muelle emprendedor notó que sus hombres siempre se escapaban a tierra firme para hacer sus necesidades mientras se suponía que debían estar trabajando.
Para mejorar la eficiencia y la productividad, el hombre encargó la construcción de un baño portátil en el propio barco. Aunque no difería demasiado en su forma básica de los inodoros que conocemos hoy, era mucho más pesado, más engorroso e infinitamente más complicado de vaciar. Eso es porque estaba hecho de paneles de madera y una caja de metal para albergar los desechos.
Este método de construcción significaba que el inodoro era particularmente susceptible de retener los olores desagradables, especialmente porque era una herramienta utilizada por toda la tripulación de los constructores navales. No obstante, funcionó, a pesar de las molestias y los olores desagradables.
Desodorante al rescate
Afortunadamente, este último fue solucionado con la invención del primer desodorante, cuya patente se presentó en 1943. Este dispositivo contenía un elemento químico -compuesto inicialmente por formaldehído- que ayudaría a evacuar los malos olores generados por los ocupantes del inodoro y reemplazarlos con un aroma más neutro.
Instalaciones de fibra de vidrio
En la década de 1960, la conveniencia de los inodoros portátiles llamó la atención de quienes trabajaban en industrias distintas a la construcción naval, pero los materiales utilizados para fabricarlos se actualizaron. Las unidades ya no se construyeron con metales pesados y maderas, sino con fibra de vidrio, una alternativa mucho más liviana.
Aunque las instalaciones de fibra de vidrio eran más fáciles de maniobrar para colocarlas en posición, también eran considerablemente más frágiles que sus predecesoras. Esto los hace propensos a romperse y, por lo tanto, inadecuados para la tarea en cuestión.
Mientras tanto, la fibra de vidrio tiene otra clara desventaja: tiende a absorber y retener olores. Como resultado, incluso la inyección de formaldehído u otros productos químicos no pudo evitar que los inodoros de fibra de vidrio apestaran permanentemente, lo que significaba que se requería otra etapa en su desarrollo.
Y así es como se dan los inicios de esta peculiar industria. En la siguiente entrada del blog veremos cómo el avance de materiales y tecnología nos ayudarán a mejorar los productos.